Entrevista con las hermanas Sonia y Mónica Vita
Esta semana en el blog de ELAR Pablo Fuentes, becario de ELDP, entrevista a las hermanas Sonia y Mónica Vita Manquepi, dos mujeres que pertenecen a la comunidad Pewenche en Butalelbun, localizada en la región Alto Biobío de Chile.
Sonia Vita es lingüista y hablante nativa de Chedungun, la variedad de Mapudungun hablada por la gente Pewenche. Su hermana Mónica, también hablante nativa de Chedungun, vive en Butalelbun, un valle rodeado por volcanes y bosques de araucaria. El papel de Mónica ha sido crucial para el desarollo del proyecto, especialmente desde el inicio de la pandemia del Corona virus. En efecto, desde el mes de abril ella ha realizado todas las grabaciones y entrevistas sola, mientras Sonia y Pablo debieron enfocar su trabajo en transcribir y editar el material grabado con anterioridad. El proyecto está en una etapa de auto-documentación y el equipo espera continuar con su trabajo colaborativo en este y otros proyectos futuros.
Sonia, ¿puedes contarnos un poco de ti y de cómo te hiciste lingüista?
Mi nombre chileno oficial es Sonia Vita Manquepi, pero mi nombre en Chedungun es Pünoylew. Soy de Butalalbún, uno de los valles de la región del Alto Biobío, donde los pewenche hemos vivido por siglos. Cuando tenía seis años, tuve que dejar mi comunidad y trasladarme a la ciudad de Los Ángeles, donde cursé mi enseñanza escolar. Ahí aprendí a leer y hablar el español. Todos lo hicimos, pues mi padre, Pedro Vita, tenía el profundo convencimiento de que debíamos aspirar a una educación formal. Con el tiempo, vine a entender que era eso lo que él siempre quiso para él, pero que sus padres no lo permitieron. Es difícil entender como logró aprender a leer. Más tarde en su vida, atravesaba a caballo la cordillera, para ir a Argentina a comparar libros y traernos el mundo a nuestra casa.
Cuando terminé el colegio, empecé mis estudios universitarios en Santiago, que costeé trabajando. Me interesaba el lenguaje pero desconocía lo que era la Lingüística. Me hice profesora básica y empecé a enseñar el Mapudungun en las cercanías de Santiago. No había una metodología de enseñanza establecida, por lo que comencé a investigar y con mi marido Mauricio terminamos creando una metodología para enseñar Mapudungun, con muy buenos resultados. Unos años más tarde conocí al lingüista Dr. Daniel Lagos Altamirano, de la Universidad de Playa Ancha en Valparaíso, quien me orientó en los estudios formales de las lenguas indígenas. A poco andar, me convenció de que empezara un Master en Lingüística, el cual culminé el año pasado. Escribir y defender una tesis ha sido uno de mis mayores desafíos en mi vida. Invitamos a toda mi familia a la ceremonia de graduación… fue muy especial.
Y tú, Mónica, ¿puedes contarnos un poco acerca de ti y de tu participación el en proyecto?
Mi nombre en español es Mónica Vita Manquepi, mi nombre pewenche es Tügueyllan, que en Chedungun significa ‘coger piedras’. Nací en Butalelbún y he vivido los últimos ocho años aquí. Mi aporte inicial en el proyecto fue de entrevistadora, más que nada entrevistas realizadas a mis padres y a algunos vecinos. Aprendí mucho. En poco tiempo me vi generando ideas de qué entrevistas hacer, cómo ambientarlas, y luego cosas más relacionadas con el proyecto mismo. El equipo siempre funcionó así, de modo participativo en toda las tomas de decisiones. Ya después, cuando vino la pandemia, tuvimos una reunión y decidimos que lo mejor era que yo asumiera, además del rol de entrevistadora, todas las funciones relacionadas con las grabaciones en terreno. Esto incluía cámara, grabadora, trípodes. Recibí entrenamiento una tarde y al otro día ahí estaba yo, fijando la cámara y la grabadora y luego haciendo las entrevistas. Confieso que más de una vez empecé a grabar con la cámara y a medio andar me daba cuenta que había olvidado la grabadora. Hubo que tomarse con humor empezar todo de nuevo, pero mis padres siempre han tenido una muy buena disposición hacia este proyecto. A ellos les encanta conversar, sobre todo la idea de que estas conversaciones queden en el tiempo.
¿Y cómo fue la experiencia de entrevistar y documentar la vida de tus padres? ¿Qué has aprendido de ello?
Ha sido una muy bonita experiencia. Desde que volví a Butalelbun, hace ocho años, he estado en un proceso de volver a mis raíces. Entrevistar a mis padres ha sido parte de ese proceso. Muchas de las conversaciones que quedaron registradas las habíamos tenido años atrás en algún almuerzo familiar en la veranada, o sentados junto al fuego tomando mate, pues la buena conversación siempre ha sido muy respetado en nuestra familia. Ahora disfruto esas mismas conversaciones con un grado más de conciencia, volviendo a aprender lo que siempre estuvo ahí de alguna manera. Sus experiencias en las veranadas, el saber vivir con lo poco que se tiene, las palabras que usan y que inevitablemente están cayendo en desuso… todo eso me nutre. Es difícil ponerlo en palabras, pero creo que haciendo este trabajo he vuelto a conocer a mis padres más allá de la figura protectora, esta vez como las personas maravillosas que son, como Pedro Vita y Victorina Manquepi.
Sonia, ¿qué importancia crees tú que tiene este y potencialmente otros proyectos de documentación lingüística para la preservación del Chedungun?
Como lingüista y hablante nativa de esta hermosa lengua, debo decir que la preservación es algo que la gente de la comunidad ha venido haciendo desde siempre. En cierto sentido, contar la misma historia que te contó tu madre cuando pequeña es un ejercicio natural de preservación. Esto es algo que se hace con cierto grado de conciencia y también espontaneidad – al menos en nuestra familia, donde las tradiciones y prácticas de nuestros ancestros son profundamente respetadas. Las veranadas pewenche, que son el objeto y contexto natural del proyecto, son un ejemplo. Estos valles altos es donde llevamos a pastar nuestros animales por un período de seis meses. Las actividades que rodean este evento migratorio (como hacer quesos, recolectar semillas y hierbas, o simplemente darse el tiempo de escuchar historias y disfrutar una conversación) están expresadas y codificadas en nuestra lengua originaria. Y yo creo que documentar una lengua no es sólo un ejercicio de qué significa esto o esto otro – es más bien hacer accesible todo el conocimiento ancestral que está codificado en una lengua.
La oportunidad de materializar este proyecto, con este hermoso equipo y en esta hermosa tierra, nos ha permitido mostrar a las generaciones actuales y futuras que este conocimiento está vivo gracias a la labor silenciosa de nuestras madres y padres, y de sus madres y padres, de nuestros ancestros. Sólo estamos continuando la cadena. Y yo estoy especialmente orgullosa de mostrar que los valles pewenche de la ribera del río Queuco tiene una de las vitalidad lingüísticas más ricas de nuestro país, donde puedes ver niños hablar fluidamente y con orgullo su Chedungun. Al depositar este material en ELAR estamos extendiendo una invitación a generaciones presentes y futuras a contemplar nuestro mundo. Esa es la belleza de la auto-documentación. No estamos simplemente respondiendo entrevistas para un observador externo, que trae y extrae conocimientos con algún acuerdo compensatorio. Somos partes del proceso y de algún modo también lo son nuestros ancestros.
Y una pregunta para ambas. ¿Qué creen ustedes que hace falta para llevar a cabo un proceso de auto-documentación más fluido?
Sonia: Siempre habrá cosas que se pueden mejorar. Idealmente, invitar a participar a más gente de la comunidad. Incluso con un proyecto altamente participativo como este, es posible imaginar un espectro más amplio de participación en todos los niveles, técnicos y no-técnicos.
También hay asuntos prácticos. Es sabido que la documentación de lenguas requiere mucho tiempo y dedicación. Especialmente el proceso de transcripción y anotación. Requiere bastante esfuerzo mantener un ritmo productivo y a la vez ser sensible a las sutilezas de lo que se expresa en las conversaciones. Esto requiere trabajo colaborativo y conocimiento especializado. Pienso en las nuevas generaciones, en nuestro jóvenes pewenche. ¿Por qué nadie les ha preguntado a ellos si desean ser lingüistas? ¿Por qué nuestras políticas de preservación están tan orientadas a la idea de un experto externo debe ser el que trae y extrae el conocimiento? ¿Por qué la posibilidad de que nuestros jóvenes hablantes nativos se conviertan en profesionales de la lengua ha sido pasada por alto? La experiencia de nuestro equipo de trabajo muestra que podemos hacer esto de un modo participativo y muy respetuoso. Se nos dio la oportunidad de participar en este proyecto y aquí estamos, en medio de una pandemia, auto-documentando nuestro mundo. Dado el actual escenario, es difícil pensar en una estrategia más productiva que darle la oportunidad a las comunidades.
Mónica: A pesar de que la pandemia interrumpió un proceso que estaba marchando muy bien, y que nos vimos en la necesidad de transformar el proyecto a las nuevas circunstancias, que incluyó que yo me permaneciera en campo auto-documentando de modo seguro, creo que las lecciones son muy positivas. También soy de la opinión que el próximo paso consiste en integrar a más personas de la comunidad, organizándonos de un modo más focalizado, con objetivos específicos, como visitar otras veranadas, registrar actividades hechas por mujeres, hacer entrevistas a los ancianos sobre la historia de estas tierras. Y experimentar un poquito, ¿por qué no? ¡Hay tanto por hacer! Obviamente, para que el producto sea de mejor calidad, que es lo que todos queremos, también se necesita aprender más y mejorar nuestras herramientas, con más respaldo a nuestros futuros proyectos. Creo que estamos preparados para asumir desafíos más grandes.
¡Muchas gracias Pablo, Sonia and Mónica!
An English translation of this interview was published on 12/11/2020.